Y así rezando, el Judío se conecta con Di-s (según el grado de sentimiento del alma y su poder de comunicación).
Esos factores determinan la “cercanía” del nexo entre uno y Di-s. Nuestras acciones mundanas cotidianas cuando no se hacen con el pensamiento de algún propósito espiritual a duras penas nutren al alma. Por el otro lado, cuando ésta se acerca a su unión con su fuente -El Creador- experimenta entonces verdadero placer espiritual.
Nuestros Sabios comparan la plegaria con la “escalera de Yakov” en la Biblia. Pues tal como la escalera se extendía desde la tierra hasta los cielos, así también la plegaria lleva al Judío más allá de sus asuntos terrenales y eleva un espacio de su tiempo a empeños más celestiales. En su más excelso nivel, por supuesto, el alma desea una unión absoluta con Di-s, incluso al grado de abandonar el cuerpo.
Se cuenta la historia de un Rebe jasídico que cada mañana, antes de sus plegarias, se despedía cariñosamente de su amada esposa y familia, pues temía que su alma ascendiera a las esferas supremas y contenta de estar allí(su alma), ¡bien podría rehusarse a volver a la tierra!
Claramente, el Judío promedio no alcanza niveles tan elevados inmediatamente. Comienza escalando hacia arriba desde abajo, abriéndose camino hasta la cima. Lo hace, en primer lugar, meditando acerca del significado literal de las palabras de la plegaria.
Examinando nuestras plegarias diarias, encontramos que consisten de tres elementos:
1) Alabanzas al Todopoderoso.
2) Pedidos por nuestras necesidades diarias.
3) Agradecimiento por la generosidad de Di-s.
Estos componentes constituyen la plegaria del Judío -Su vinculo de unión sagrado con El Todopoderoso-
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